LORENA

Lorena del Socorro Delgado Luna, edad 47 años, Nicaragua, estudié secretariado y trabajé de cajera, ahora cuido una persona mayor aquí

El duelo migratorio no solo lo sufre quien emigra, sino también los que se quedan en el país de origen. Estos últimos notan la ausencia de quién se marchó, viven la separación de manera dolorosa.

En el duelo migratorio se manifiesta el sentimiento de culpa. Aparecen al haber dejado a los hijos de corta edad o los padres, al cónyuge o a personas queridas… El sentimiento se agudiza cuando no se puede estar en los momentos de mayor necesidad y la persona inmigrante considera que estos necesitan de su presencia física, de su atención y de su cuidado. El sentimiento de culpa dificulta el disfrute en la sociedad de acogida, este sentimiento obstaculiza, limita, castra los momentos de diversión o alegría que se puedan dar, sobre todo en los primeros momentos de la estancia. Entre tanto pasan los años y los hijos que se han quedado atrás se quedan cada vez más mayores…(Calvo, 2005).

Las madres migrantes viven una maternidad transnacional que sobrepasa cualquier frontera.  Están presentes en las vidas de sus hijos e hijas, mediante la conexión digital.

La comunicación con la familia se convierte en la principal expresión de afecto que estas mujeres le brindan a sus hijos: Las llamadas telefónicas, los contactos virtuales son de por sí estrategias de cuidado, atención y crianza. Para llevarlas a cabo estas mujeres han activado redes familiares con base en los recursos materiales y culturales con los que contaban (Cordero, 2015). Se apoyan en sus madres y en otros familiares.

Todas estas dificultades derivadas de la separación geográfica se superan por el objetivo que tienen las madres migrantes de buscar nuevas y mejores oportunidades para sus descendientes.

La opción encontrada por las mujeres migrantes es principalmente la del trabajo de hogar y los cuidados. Se constata que a pesar llevar varios años residiendo en España las trabajadoras del hogar y los cuidados permanecen con una situación de aguda precariedad y vulnerabilidad laboral, económica y social, que las continúa situando en el último escalón de la estructura social y laboral en España.

“En parte sí que me siento discriminada porque no hay manera de trabajar en otra cosa para nosotras aquí”.

Los sueldos de las internas casi nunca (en un 82,11 % de los casos) llegan al salario mínimo legal en relación con su jornada (El diario, 2018). Por otra parte, casi una tercera parte (30,69%) de las internas no llega a tener 10 horas de descanso nocturno, porque las personas atendidas necesitan cuidados diversos (El diario, 2018).

“No me rindo,

Por muy fuerte que sean los vientos,

A mi familia siempre me aferro”

#ElValorDeLosCuidados

#YoYaTengoUnaFamilia